Disculpen mi voz, es la emoción.


"Nació la mano de Dios"
-Rodrigo-
Dejo este link donde podrán escuchar en mi voz el audio del cuento "Me van a tener que disculpar" de Eduardo Sacheri que me emociona hasta la tontería (si me escuchan lo podrán comprobar)
Este cuento mas que de fútbol habla de un sentir muy hondo. Un sentimiento de gratitud incondicional por alguien que alguna vez nos hizo llorar de emoción a los argentinos.
Eso es lo que quiero compartir con quien se tome el tiempo de hacerlo, mi emoción y la memoria de aquél día que ya lleva 24 años.
Gracias.


http://perrasnegras.hartares.com/?page_id=23
Es el audiocuento Nº 17, es el último...

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Los zapatos malditos

" Por eso en tu total fracaso de vivir,
ni el tiro del final te va a salir"
-Cátulo Castillo-
Es muy largo, lo sé.
Si no tienen ganas de leerlo, pueden escucharlo aquí
http://perrasnegras.hartares.com/?page_id=23 entre los Audios de Perras negras, es el Audiocuento Nº 15

Me estoy aproximando, faltan dos calles y podré entregarle lo más valioso que tengo. Este es el último recurso, si no sucede antes algo, que me quite la penosa tarea de hacerlo yo. Lo que voy a hacer es lo único que se me ha ocurrido para que no me persiga más y me deje en paz.
Ojala la tierra se partiera ante mis pasos y yo quedara allí atrapada, entre cascotes y barro. Que la tierra con su boca de arena me tragara y me masticara despacio así no sigo caminando y no hago esta locura, pero no, la tierra no se abre, como toda grieta una pequeña baldosa rota me salpica un barro nauseabundo en mis zapatos. Por el olor son aguas servidas –pienso que está funcionando el tema de los zapatos y eso me tranquiliza un poco-. También pienso que es un buen lugar para encontrarnos, éste. Acá lo más común es que te salte algún tipo con una navaja de las sombras y te corte la garganta por el reloj y unos billetes. Me arremango, así el reloj brilla en mi brazo y soy presa fácil. No viene mal ayudar un poco a los zapatos. Alguno va a saltar sobre mi, su navaja va a cortar mi yugular y moriré desangrada a pocos pasos, él se va a impacientar porque no llego y va a venir a mi encuentro (sabe que vengo derechito por Azcuénaga, porque allí me deja el colectivo) y me va a encontrar agonizando en un charco de sangre y con un hilo de voz, le diré que fue su culpa. No podrá con el peso de haberme hecho venir a esta maldita hora, a este lugar de mala muerte. Los días se le van a volver una pesadilla, cuando cierre los ojos y me vea con el cuello abierto en dos y mis ojos como de piedra diciendo “por tu culpa, por tu culpa” porque eso va a leer en mis ojos y eso va a oír en mi voz.
Pero camino y no me cruzo con nadie, apenas una pareja de inofensivos ancianos, sosteniéndose el uno con el otro atraviesan el callejón, husmeando en los contenedores de basura a ver si encuentran algo para comer.
Salta una rata y casi me desmayo. Eso es lo mas peligroso que me sucedió hasta ahora, y eso que llevo los zapatos, pero si muero del susto y él me encuentra, pensará que morí de los nervios, o de dolor, o de un infarto y hasta quizás piense que yo venía ilusionada a su encuentro y de la emoción el corazón no me resistió. Entonces me sobrepongo al susto de ver correr entre mis pies al roedor y sigo imaginando el momento en que llegue al semáforo de la esquina. Todavía falta un trecho largo, aún me puede caer una maceta de un balcón o el mismo balcón se podría caer sobre mí, estas casas están podridas de humedad, no sería raro que se descuelgue un pedazo de mampostería y me parta la cabeza. Camino buscando el lugar apropiado para que en caso de romperse o caerse algo, sea sobre mi y ahí voy, midiendo los pasos, la respiración agitada, el corazón galopando, las manos apretadas como los dientes, deseando que se me venga abajo esa pared que se sostiene a gatas con unos tablones. Desde la esquina se vería el derrumbe y si yo no llego, él se acercaría a mirar y se daría cuenta de que soy yo por mis zapatos. Me puse los que él me regaló el día que fuimos al cotolengo Don Orione y descubrió esos zapatos de cuero de víbora que hacían juego con una cartera que también me regaló. Ese fue el principio del fin. Tarde, me di cuenta. No traje la cartera porque es horrible, pero los zapatos si, porque con ellos he tenido verdaderas desgracias. Además, los traje por si luego llegara a encontrarme irreconocible, él se daría cuenta que soy yo.
Nadie en el mundo más que yo –y la primera dueña, que debe haber tenido un mal final- podía ponerse esos zapatos y salir a la calle como si nada pasara. Son realmente feos y tienen la yeta pegada a la suela.
Por eso los tengo puestos.
Con ellos puestos me caí de las escaleras de mi edificio llenándome de moretones y perdí dos dientes. Con ellos pisé una cáscara de bananas que me tuvo dos meses con la pierna enyesada y mirando el techo. El día que me sacaban el yeso, fui mordida por un perro en la otra pierna, ese día yo tenía puesto el zapato derecho solamente y estaba entrando al hospital, de la nada apareció un perro furioso y me embistió a mordiscones.

Otra cosa que me pasó, es que él, el tipo apestoso que me está esperando ahora en la esquina, me dejó. Me abandonó en mi peor momento, cuando tenía una pierna quebrada y la otra mordida, para irse con la hija de mi vecina, a quien le pagaba para que viniera a ayudarme. Ya imagino yo cómo me ayudaba cuando me quedaba dormida por los calmantes. El gordo y esa mosquita muerta se revolcarían en el sillón a sus anchas. Es por eso que tengo tanta bronca guardada. Es por eso que me raspa la garganta cuando trago y no me pasa bocado. Ya perdí diez kilos de la rabia. Y por eso vine con los zapatos, porque con ellos tiene que salirme bien algo, aunque sea esto.
Seguro que entre los muros derruidos y el polvo y las maderas y los clavos y los ladrillos y las ratas, él va a ver los zapatos y se va a torturar el resto de sus días por haberme dejado tan sola, por haber permitido que me transforme en este manojo de huesos retorcidos, en este mamarracho triste que soy. Se va a sentir culpable de haberme hecho venir por esa calle oscura llena de ratas, por no haberme ido a buscar -¡Qué le costaba!-. Por ser tan porfiado, por hacerme venir hasta acá, como si tuviera que ocultarme. Claro, no debe querer que se entere la otra, pero le va a salir mal, porque se va a enterar. Esto va a salir en los noticieros, en los diarios.

Quiere verme porque dice que le pasé mi mala suerte, que desde que lo maldije el día que se fue con la mocosa de al lado, todo le empezó a ir mal. Que perdió el trabajo, que le robaron el coche, que lo asaltaron dos veces, una de las veces le rompieron la nariz de una trompada y ahora dice que respira mal.
Y lo peor, se cumplió lo peor. Lo que yo le vaticiné: se encontró a la mocosa en la cama con mi sobrino, el hijo de su hermano, mi cuñado.
Y dice que todo eso es mi culpa.
¡Qué va a ser mi culpa, el único culpable es él!
Me llamó desesperado, para que venga hasta acá y lo perdone, así puede encuentra un poco de paz. No sabe la que le espera…
Pero es raro, no se me cae nada, ni siquiera me caga una paloma, eso que sobrevuelan cientos a mi paso. Lo único que me alivia la ansiedad, es la pelotita antiestrés que aplasto sin tregua con mi mano derecha, adentro del tapado.
La aplasto y pienso en su cara redonda y blanda y roja. La aplasto y hago de cuenta que son sus ojos, sus testículos, su nuez de adán lo que aplasto, la verruga gigante que le cuelga del labio superior y que él disimula con ese bigote ridículo, aplasto.
Qué tipo inmundo, yo no sé cómo pude haber estado con él tanto tiempo, pero aquí voy a su encuentro para terminar con este infierno. Hoy es la última vez. Ya casi no falta nada. Me odio y lo odio, pero mas me odio yo por estar aquí, por creer que esta va a ser la última vez que camino estas calles hacia su maldito encuentro. Mi suerte es perra y seguramente he de caminar estas calles ochocientas veces mas, hasta gastarlas y él siempre va a estar en esa misma esquina con su inflamada cara roja y su repugnante verruga, que por mas que la quiera esconder le salta como un gusano violeta y aterrado por entre los dientes y los pelos del bigote.
Antes de verlo a él, veo a la verruga.
Aplasto todo lo que mas puedo la pelotita en mi bolsillo.
Nos separa un semáforo verde. No cruzo. Lo miro y no cruzo, espero el rojo. Mi mano destroza la pelotita.


He rogado con fe ciega que se parta la tierra ante mí y me trague. He atravesado una de las peores calles del bajo, donde casi es un milagro salir vivo y he salido viva, no sólo viva, sino tal como entré, con todas mis pertenencias.
La pelotita se desintegra en pedacitos de goma caliente.
Ha caminado bajo todos y cada uno de los arruinados balcones de estos edificios podridos a punto de venirse abajo y apenas unas míseras cáscaras de pintura han caído ante mis enfebrecidos ojos.
Temo que mi representación final sea un fiasco.
Los pedacitos de goma caliente se me pegan en la mano y se meten bajo mis uñas.
Tengo náuseas.
El semáforo se pone en rojo, respiro hondo. Lo veo. Está parado como dijo, en la esquina que dijo y su cara es tan roja como una bola de fuego, un fogonazo de odio me encandila los ojos y dudo un instante. Mis pies están paralizados en el borde del cordón de la vereda, los autos pasan a una velocidad estrepitosa, dos o tres pasos y seré arrollada por uno de esos bólidos y le arruinaré la vida, por siempre me tendrá que ver reventada en el suelo, con la cabeza partida y esa expresión que ensayé todos estos días, como de revancha, como de “tomá, te gané”, acá me tenés y ahora hacé conmigo lo que quieras, si querés guardá los pedacitos míos en un frasco de formol así los mirás cuando me extrañás mucho. Y te das cuenta el desastre que hiciste cuando me dejaste por esa mocosa.
La cabeza me late y me arde con vehemencia, he bajado el cordón, voy a entregarle todo lo que tengo, para que nunca tenga paz.
Recupero la visión, busco su cabeza púrpura como referente y no la encuentro, sólo veo ante mí, dos o tres autos colisionando y por los aires un cuerpo redondo que se eleva y cae pesado contra el asfalto, al tiempo que la gente que me rodea grita sofocada.
Camino despacio hasta el bulto embestido que yace sin moverse en la calle, sin poder creer lo que estoy viendo. Es él. Su cabeza está más roja que nunca, a borbotones le salen ríos de sangre por todos los orificios que alcanzo a ver. En medio de ese torrente espeso, la verruga está intacta y sus ojos abiertos están clavados en el aire con una expresión vacía. Tal vez haya querido decirme algo en esa mirada final, pero me mira así, frío como un pescado en la góndola de un supermercado.
Tan fría es su mirada y está tan cerca de mis zapatos de piel de víbora que me estremece. Sin que nadie lo note, me descalzo y allí quedan los malditos zapatos embarrados con las aguas de las alcantarillas y ahora manchados también con su sangre, total nunca más voy a usarlos.
Pego la vuelta pensando en mi mala suerte y en cómo voy a hacer ahora para olvidar estás calles y se me viene a la mente la letra de ese tango que cantaba mi viejo, que decía “ni el tiro del final, te va a salir”.

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Pobladores de almas


"El que escucha música siente que su soledad,
de repente, se puebla"
-Robert Browning-
poeta y dramaturgo inglés

Tengo ganas de escribir la crónica de un viaje.
Por ahora sólo serán unas líneas para dar gracias a un grupo de gente por haber poblado mi alma de música.

El viaje ha sido muy breve, pero muy intenso. Me encuentro perdida entre las anécdotas de color y los momentos emotivos, aún no puedo encontrar el cauce, ni el tono con que me gustaría poder narrar estos días.
He decidido empezar por una punta.

http://www.youtube.com/user/redani#p/a/u/0/HuTkXXAy0M0

Por Sonia Stelman cantando Spente Le Stelle junto al grupo coral Las Voces del Agua del Sindicato de Obras Sanitarias, de la ciudad de La Plata, dirigidos por Guillermo Massi.
Podría haber elegido cualquier otra punta y hubiera terminado igualmente allí, en ese momento sublime en la Catedral de Puerto Iguazú, donde me emocioné hasta las lágrimas escuchándolos cantar, pese a todos los desencuentros mojados del día, pese a la pista cortada y a los nervios.

Elegí este momento porque salvo Sonia y Guillermo que son profesionales de la música, el resto son personas que hacen esto por amor a la música y me parece esencial empezar por aquí.

Este viaje fue por ellos, por la ilusión llevada a cabo de un sueño que empezó un día cualquiera, en las vidas de cada uno de ellos que pensó en si mismo y en hacer algo por si mismo y eligió cantar.
Cada uno eligió cantar y se juntaron.
Con todo lo que ello implica a quien solamente canta en la ducha o en una guitarreada entre amigos, entonado con algún vinito. De ahí a reunir el coraje de cantar en público es un trecho que cada uno debe haber recorrido venciendo sus propias barreras, eso ya es loable. Osar cantar en público y para eso estudiar, ensayar, dejar horas de trabajo o de estudio o descanso para que todo salga bien, para que sea un placer y no un sufrimiento.
Cantar y trasmitir emoción.
Cantar y dejar de ser uno, para ser un todo, mientras dura la canción.
Cantar y volar un poco, porque la música tiene alas y nos reúne a todos en el aire.
Cantar y poblar soledades.
No entiendo mucho de esto, pero se me hace que ese es el arte de un grupo coral.

(Si prestan atención al video, la pista de música se corta. Uno de los coreutas corre hasta los cables -se lo puede ver entre el director y la solista - y permanece el resto de la canción haciendo contacto para que la música siguiera sonando. Eso también conmueve. Y como si fueran verdaderos profesionales "Las voces..." ni se inmutaron y siguieron cantando, se sobrepusieron a otro momento más de desconcierto, como si no hubieran tenido ya demasiados momentos ese día y salieron adelante. Cuando la música vuelve, las voces estaban en el lugar preciso donde tenían que estar para que no sucediera el desastre)

Ellos eligieron cantar y cantaron hasta emocionar.
Gracias Guillermo Massi, Sonia Stelman, Uruguayo Americo Washinton Muñiz Muñiz, Miguel Lasarte y a todas y cada una de Las Voces del Agua que sonaron fantástico, entre esas voces y escondido en alguna parte del grupo está mi esposo, gracias también a él.

Desde mi modesto lugar de escucha y acompañante les pido no dejen de cantar.

* Gracias a Flor por el vídeo

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Ilusiona

- Lionel Messi-

No voy a decir que es un genio del fútbol porque eso ya lo saben.
Lo dijo otro genio, el Diego.
Lo llamó su heredero.
No voy a hablar de fútbol, sino de esperanza.
Yo sólo sé que ilusiona, que al verlo jugar me quedo con la mandíbula caída y la emoción sería mayor si se encontrara en este mundial con su fuerte que es el gol -bueno, pero eso ya es fútbol y yo quería hablar de ilusión, de esperanza, de fé- aunque también es fé saber que ya se encontrará con el gol.
Ya lo hará, le tengo fé.
Hoy sólo quiero celebrar su cumpleaños número 23 y contar la breve historia de un pibe con ángel.
Un chico de pocos años, un chico que rompía la pelota cada vez que la tocaba, un chico que gustaba en el campo de juego, pero con una enfermedad en la hormona de crecimiento que le afectaba su altura, era muy bajito.
River no pudo, su tratamiento era muy costoso.
Pudo el Barcelona, que vio su talento mejor que nadie y se comprometió a tratar su enfermedad a cambio de ficharlo en las inferiores.
Estoy hablando de él porque tuvo alegría, voluntad y fuerza para curarse haciendo lo que mas le gustaba, porque aprovechó su ángel, porque no dejó pasar la oportunidad.

Y eso ilusiona.

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Estuve en el paraíso

Escapé del frío, de la ciudad y las rutinas.
Me metí en el túnel del tiempo para aparecer en un camino de tierra roja rodeada por la selva. Con hormigas gigantes, moscas atontadas, música y calor.
Yo soñaba con dibujar lo que veía, porque escribir no iba a poder. Las palabras todas se habían sumergido en nubes de humedad, nubes vaporosas, nubes blancas. Sólo encontraba imágenes mudas, casitas como éstas, árboles enormes y tierra roja, muy roja. Tierra mojada por la lluvia de la noche, formando pequeños charcos sanguinolentos al llegar la mañana.




También vi tucanes, así de cerca.
Y los miré en silencio hasta sentirme un tucán.



En este sitio, me perdí.
Y me encontré de pronto adentro de un cuento borgiano, sin poder escapar de laberintos y caminos que se bifurcan. Y caminé y corrí y sentí angustia y llamé a medio mundo por celular y me atendía un brasilero que me decía que mi teléfono no existía.
Recurrí a las herramientas que tengo para escapar de los ataques de pánico, hasta tranquilizarme y encontrar la salida.


Estuve aquí y el agua me empapó. No era un día de sol. Llovía. Era realmente mágico estar en ese sitio de bruma, con lluvia, escuchando el sonido del agua romper.



Esto no lo hice.
Nada mas verlo sentía que me podía dar un bobazo (infarto).
A las personas les gustan las emociones fuertes, a mi no. No disfruto cuando siento el peligro muy cerca. Había colas interminables para ir a sufrir bajo estos chorros descomunales de agua.


Yo fui feliz caminando horas por los senderos, sentiendo la naturaleza dentro de mí, de tanto mirarla y mirarla.
Me quedé no sé cuánto tiempo parada allí dejando mis pensamientos mojarse bajo el agua.


Y yo que no quería ir...















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Olas secas

El parque estaba frío esta tarde.
Pobremente desolado entre sus tapas.
El libro se cerró y mis ojos escaparon mezclándose
entre los árboles vueltos de espaldas a mi.
Convertidos en escaparates vacíos
arrugados
compungidos.
Embargados por el musgo,
rodeados por el mar sanguinolento de sus hojas.
Desde mi atalaya
-un banco alterado por los días-
pude otear un perro negro a lo lejos,
cruzando la marea.
Alguien que me habita, me dijo que era un barco.
Un oscuro navío sin timonel.
Náufrago a la deriva, revuelto entre las olas secas de este invierno.
Un oscuro navío
echando anclas en las costas de esta tarde fría.
Solitarias costas en este parque de tapas duras y hojas amarillas.

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Grito de agua


Hay un hombre diluído en su tormenta,
una espesa sinfonía habla por él
el cielo gime agua.
-Grita-
Se mueve empecinado en derredor
ya le ha comido los ojos.
En su lugar sólo quedan dos cuencos blancos.
Y aún mira.
No busca fuera, se sabe por dentro.
No escucha fuera, la sinfonía late en su sangre
como un río emfebrecido
quemándole de vida el pecho.
No siente fuera, todo él es fuego.
En el horizonte bajo la lluvia se aleja buscando apagar su sed.
-Cree que podrá-
Mezclado en la bruma es un saco de sueños repleto de cenizas.

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Dias distintos


Se vienen días completamente redondos, de muchos colores, con 22 tipos corriendo atrás de una pelota, euforias y bajones.
Muchos por aquí hemos pasado un mundial juntos, para otros es el primero.
Espero que este mes futbolero por excelencia no nos queme el marulo y podamos seguir escribiendo y dedicándonos a la lírica, aunque la bestia interna de quienes miramos fútbol nos tenga babeando y comiéndonos las uñas ante el televisor.
* marulo: coco-azotea-bocho-cabeza =)

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Solitaria


No debí seguir a mi sombra.
El otro día se me ocurrió ir tras ella y ver dónde iba. Al principio me costó, pero después le encontré la vuelta y fue como un juego divertido.
Yo estaba fascinada con mi descubrimiento, ella toda sombra, yo toda yo, pero al revés. Hasta que se sentó en el cordón de la vereda y me abollé tras ella un largo rato. Estuve allí esperando impaciente hasta que sucedió lo inesperado. En un abrir y cerrar de ojos ella se hizo pequeñita, se estiró como una lágrima y desapareció mezclándose con el agua que corría en la alcantarilla.
Ahora voy sola.
Escuché decir que los que no tienen sombra, han muerto y nada pregunto por temor a las respuestas, solitaria voy por el camino.

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Programa Nº 15 -Tiempo-

Continuidad de los parques
-Julio Cortázar-

Voz: Pato
Edición: Aye
-Perras negras-

(audiocuento)

Para escuchar el programa o el audiocuento solo, hacer click en la chica de la radio

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Reciclaje


Cuando me vi rota no me gustó.
El techo me había aplastado, mis paredes se habían venido abajo. Pude huir por la ventana cuyos vidrios estaban hechos trizas y desaparecer por el callejón que lleva al bajo, pero elegí quedarme habitándome como un fantasma digno entre las ruinas.
Con manos alucinadas repuse las fallas, con la lentitud de las quimeras trabajé los quiebres, las partes derruidas las cambié por ensueños, lo comido por la humedad lo rellené de fantasías, lustré los bronces, me pinté de color.
No he quedado como nueva, he quedado mejor.
Se me nota el tiempo y el esfuerzo por dejar de ser aquél montón de escombros donde era imposible vivir.

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Mi tiempo

Hasta aquí he sido esto.
Toda yo soy un millón de partículas de arena donde se encierra mi infancia, mis recuerdos, los que viví, los que imaginé, los que sólo fueron sueño. Lo que dejé pasar incluso. Lo que no viví. Todo se guarda en mí como si fuera yo una botella en la que día a día deposito mi granito de arena para ser estoy que soy.
Aún no estoy completa, me sigo haciendo a diario. Con aciertos y errores, también eso guardo. Nada es deshecho. Todo sirve para ser quien soy, desde lo que amo, hasta lo que aborrezco de mí.
Soy mi tiempo.
Alguna vez pensé en romperme y estallar.
Alguna vez pensé en no seguir acumulándome.
Alguna vez pensé en vaciarme.
Alguna vez hasta dejé de pensar y me rompí, me olvidé de mi, me abrí el cuello y me dejé secar y aún así, seguí siendo mas partículas dentro de la botella.
De tanto en tanto reniego de esto que veo, otras veces me resigno, otras me entrego a ser la suma irremediable de granitos de arena laboriosa.
Lo cierto es que dentro de este envase mío, soy todas las que fui y el espacio que me queda lo llenaré inevitablemente con todas las que seré hasta que me quede aire, después ya no importa.
Mi tiempo se unirá al mar o a la tierra y seré flor, canción, poema o arenita volando al viento.

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38 y medio

(Por el extremo del termómetro caminó en rojo hasta estar muy cerca del cielo. Sentada frente al ardor de la noche miró detenidamente una estrella remota. Tan pequeña y titilante que se desdibujaba de a ratos, hasta que volvía a tomar forma si fijaba bien la vista en un punto ciego.
Apenas un haz de luz latiendo ante sus ojos.
Allí en esa isla espacial, la niña afiebrada fundó un mundo y se quedó a vivir)
La mujer controló el termómetro, tomó ibuprofeno, cerró los ojos y apagó el velador.

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Programa Nº14 -Segunda Oportunidad-

Para escuchar Perras Negras hacer click

http://www.hartares.com/

Invitado especial "la VOZ de la radio" ¡gracias Pancho por tu buena onda!

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