Decidió tomar el tren de las 15:30 Hs.

Lleva en su mano una valija de un cuero áspero, reseco, de un marrón muy oscuro. Tan oscuro es que se notan las manchas de humedad en uno de los lados, unas pequeñas aureolas de un celeste verdoso han invadido el cuero de la mitad para abajo.
Pesa demasiado. El brazo que la arrastra se ha estirado como si fuera de goma y a pesar de sentir que le tira ferozmente, no se detiene y sigue avanzando por el andén.

Su paso es lento, pero avanza. Se dirige a la boletería.
La estación a esa hora está desolada, sólo se escuchan sus pasos y las rueditas girando sobre las baldosas inundadas de sol.

Un viento caliente levanta su vestido oscuro y es lo único que se mueve en el letargo de la siesta. Se le enrosca pegándosele entre las piernas, junto con una arenilla tenue que también gira con el viento y se le enreda en el vuelo de la falda. Un gato duerme acostado en el banco mas cercano, mientras su vestido de gasa sigue inflándose con el aire caliente como un paracaídas.

Tose y él levanta los ojos del diario.
Le dice que hasta la última estación.
El hombre de la boletería dice que bueno y le pasa el boleto por el hueco redondo que hay en el vidrio. Allí nota que un temblor extremo domina la mano de la mujer que tiene enfrente y al levantar la mirada, sus ojos están nublados, como extraviados.
El hombre se acerca a la ventanilla y agachando la cabeza para poder verla mejor por el agujero le pregunta si se siente bien, ella le responde si el asiento es el veinte y si es ventanilla.
Si, dice el hombre y se lo da.
Ella toma el boleto con su mano libre y se aleja. El hombre de la boletería se queda en silencio, pensando si ella es quien él cree que es.
No puede ser, piensa. Se queda mirándola y preguntándose si será ella, hasta que sale de su campo visual y vuelve a poner los ojos en el diario, despreocupándose.

Ella, es ella, cuando se aleja un reguero de palabras la siguen, pero nadie las ve. Ni el hombre de la boletería que la tuvo tan cerca pudo verlas. Apenas tuvo una ligera sospecha y la dejó ir.

Se apoya contra una columna y espera. El vestido oscuro hace un contraste fuerte contra la madera pintada de verde y gastada por los años. Mira los rieles hasta que se pierden en un camino que arde bajo el calor del mes de enero.
Qué mes interminable, piensa mientras se acomoda el vestido y se quita las arenitas de los pies.
El calor se le pega a los brazos y junto al calor la arena que en lentos remolinos se levanta de tanto en tanto, empujando una bolsita de nylon que no encuentra ningún refugio donde reposar su vacío. Es empujada aquí y allá a merced del viento. Esa es la última imagen que tiene antes de escuchar el silbato del tren a lo lejos.
Esa imagen se le queda por dentro, sus ojos se pierden tras el gato que corre hasta desaparecer por los fondos llevándose consigo lo que aún quedaba de enero.

9 Comentarios

  1. Pobrecilla.
    Que habrá ocurrido?
    Nada bueno.

    Besos.

  2. Ocurre que se va.
    Besos.

  3. Dejar una estación produce un desprendimiento, sea bella, sea fea, sea alegre o inclusive triste.
    Dejar una estación siempre es un desprendimiento y así vamos en la vida de desprendimiento en desprendimiento dejando estaciones atrás.

    Muy bello Pato.
    Un beso grandote y un abrazo!!!

  4. Carlos says:

    Patricia, hay trenes que son liberadores y paraísos más próximos de lo que uno cree.

    Un beso. (con pasaje de ida)

  5. ybris says:

    Partir desde una soledad a otra,
    desde ese espacio triste en que vivimos
    hasta otro: el más lejano que podemos.
    Atrás dejamos las palabras mudas
    que no nos atrevimos a decir;
    y atrás la vida antigua como un plástico
    que el viento zarandea sin motivo, sin meta;
    abandonada al vuelo
    que nos la dejará irrecuperable.
    No hay certeza de que la última estación
    nos vaya a ser más cálida que ésta.
    Por eso partimos,
    para que nuestra única certeza sea
    esta misma partida que emprendemos.

    Ya ves, Pato, tu entrada de hoy es una preciosidad con un poema dentro.
    Espero que leas este relato en Hartares hoy.
    Me encantaría escuchártelo en tu voz cuando hables de partidas.
    Es verdaderamente conmovedor.

    Besos.

  6. Patito, esta entrada se me antoja para que tenga un segunda parte...

    Que tengas un excelente programa...Saludos para todas tus compañeras...

    Besos con cariño

  7. Fernando says:

    la soledad es el camino...interior..

    un beso


    por qué no me mandas relatos para Babel??

  8. ybris says:

    Veo que al fin has leído en Hartares esta entrada.
    No preveía que también leyeras mi poema sobre tu escrito.
    Es un honor que agradezco.

    Besos.

  9. Elizabeth says:

    Magistral. La palabra en tí se víste de latido y nos piensa. Todos partímos al fín del mundo a bordo de tus letras. Somos partídas de nacimiento por partída doble. Besos escritora de exactos.

Gracias por tus palabras